martes, 7 de abril de 2015

Mi experiencia con el sueño del bebé y el colecho

  Bueno, pues ya he vuelto de vacaciones. Reconozco que estoy un poco plof... después de 2 semanas en España bajo el sol y en manga corta... he vuelto a Berlín y nada más llegar, ha empezado a nevar. Que sí, que la nieve es muy bonita... pero estamos en abril, y el brillo del sol me parece aún más apetecible. Llamadme rara...

    En fin. Basta de lamentos. Al menos hay una cosa buena de mi regreso, y es que el blog vuelve a estar activo. ¿Y con qué retomamos el blog? Pues hablando de mi experiencia con el sueño del bebé y el colecho. ¡Vamos allá!

   
    Como os conté cuando hablé de la lactancia y el porteoantes de nacer Paula y cambiarme los esquemas, yo tenía unas ideas fijas sobre el sueño del bebé. Y mi idea era bastante clara. ¿Dormir con el bebé? ¿colechar? No, no y no. "Suena peligroso", pensaba yo... "¿y si la chafo? Además, puede que la peque se acostumbre a dormir con nosotros y luego no habrá quien la saque de la cama. Paula dormirá en su cuna y punto". ¿Qué ventaja había en que durmiera con nosotros? Ninguna, pensaba yo. Me parecía bien que quien quisiera durmiera con sus hijos en la misma cama, pero estaba claro que eso no era para mí. Hasta tal punto lo tenía claro, que cuando me leí los libros de Carlos Gonzalez me salté los capítulos en los que hablaba sobre el colecho. ¿Para qué me los iba a leer?


     Pues bien. Un buen día (bueno, una buena y mágica noche de Halloween), nació Paula. Fue entonces cuando descubrí que me habían vendido una cuna (y un carricoche, como ya os conté hablando del porteo) con pinchos. A Paula no podía soltarla ni un minuto, y además todas sus siestas tenían que ser con la teta. No solo la necesitaba "para dormirse" sino también "para seguir dormida". Ya no puede hacer NADA. Recuerdo las primeras noches con ella. Ni su padre ni yo dormíamos ni 5 minutos seguidos. Carlos y yo nos turnábamos para pasear con ella en brazos haciendo todo lo que se nos ocurría para calmarla... pero lo único que la calmaba era la teta. Ni paseo, ni canciones, ni chsss chsss... nada. Y cuando por fin se dormía en brazos agotada, era soltarla en la cuna y despertarse al instante. Solo se dormía sin llorar en la teta y solo seguía dormida si estaba pegada a mí. Tras unos días sin dormir, la matrona que nos visitaba a diario, me dijo que por qué no dormía la siesta junto a ella en la cama durante alguna de las tomas. Yo tumbada, y Paula en la teta. Un fin de semana junto a Carlos dije... "vamos a probar". Y a las 6 de la tarde nos dormimos con Carlos a un lado y Paula al otro, mientras ella comía/dormía. ¿Y sabéis qué? Dormimos del tirón hasta el día siguiente. No había dormido tanto desde antes del embarazo. Cuando digo del tirón, incluyo un montón de despertares de Paula que pasaban volando tras mamar un poquito mientras, ¡oh! ¡magia! yo seguía dormida... 

    Aún me preocupaba pensar en cómo la sacaríamos de la cama. Pero como no podía dormir en su cuna ni dos minutos sola, la situación no admitía otra solución. Paula lloraba mucho durante el día y no me dejaba un segundo libre... pero al menos descansábamos de noche y yo tenía fuerzas para sobrellevar el día. Es más, veía a otros papás recién estrenados con ojeras y desesperados, y a mí con mi niña de alta demanda me quedaba un gran consuelo... "al menos dormíamos de noche". Incluso veía a otros papás con bebés de varios meses que se despertaban mil veces y no dormían bien. Empezaba a pensar que el colecho no era tan malo... Tanto es así que volví a abrir los libros de Carlos González y leer los capítulos que me había saltado.